Eduardo Muslip, Phoenix, Buenos Aires, Malón Editorial, 2009; 190 pp. |
Este libro me lo envió por correo Fabián O. Iriarte en algún momento de 2013 (dedicado y con entusiasmo, por supuesto). En ese momento, lo leí enseguida y luego lo olvidé, señal de que la lectura había sido un poco desatenta o quizás apurada. Por motivos que sería largo explicar, ahora volví a leerlo y volvió a gustarme («Paraguay» más que antes). Mientras lo hacía, fiel al procedimiento, marqué zonas que esta vez sirvieron para evocar a algunas personas específicas que, espero, sabrán reconocerse en esta escueta selección.
[Las citas no son estrictamente todas las que me interesan sino que, amañadas en orden y elección, quieren contribuir a esa evocación en la que, para ser justo, también intento reflejarme].
Yo mantengo un estado de tensión con aquello de lo que no me ocupo; me parece que ciertas cosas del mundo siguen existiendo porque en algún nivel yo sigo atento a ellas, lo que es una cansadora gansada pero bueno, no puedo evitar pensarlo. [p. 22]
[Se refiere a personas que viven en Roma y que conversan en inglés]. Esas frases simples crearán el efecto de que la vida en general y las vidas de las personas que las profieren también son simples. [p. 94]
[Se refiere a personas que viven en Roma y que conversan en inglés]. Esas frases simples crearán el efecto de que la vida en general y las vidas de las personas que las profieren también son simples. [p. 94]
Hay personas cuya visión periférica les aporta estímulos mayores que aquello en lo que hacen foco, pero cuando pasan a hacer foco en aquello que las atraía desde la periferia, en seguida pierden interés, distraídas por nuevos estímulos, y así siempre. [p. 73]
La sensación de irrealidad se disolvió; hablar de los padres es siempre hablar de la realidad. [p. 97]
...sospecho que la familia es el principal origen de fuerzas que pueden desbaratarlo todo. [p. 113]
Mis proyectos también se hacen más y más detallados, su ejecución me lleva al reconocimiento, el éxito, la gloria; brillan tanto que pierden toda materialidad y se transforman en mera luz, y se desvanecen como tales. [...] Me entristece releer mis diarios: puro futuro, puro tengo que hacer, voy a hacer, debería hacer, haré. [p. 35]
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