5 dic 2017

Roberto Videla [Perla]

Roberto Videla, Perla,
Córdoba, Llantodemudo, 2015; 102 pp.
[p. 11] El jardín, que da al sur sombreado, por lo que a todo le cuesta crecer nacer, está descuidado, la empleada lo ha regado de ramas con espinas para que los perros no entren y ensucien, los pocos geranios que quedan se ven desolados y raquíticos, solamente el jazmín está hermoso, parece un árbol chico. La persiana del living cuelga un poco, nada grave, casi no se nota. En el balcón de los dormitorios del primer piso, que da a la calle y que nunca se usa —las persianas hace años que no se abren—, las maderas de la baranda están podridas y una de ellas cuelga, comida de termitas y de tiempo. Alguna vez estuvieron envueltas en hiedra y eran reino de escaramuzas y guarida de bichos. Ahora son despojo.

[p. 15] Verán los que pasan, caminando o en auto, a un señor maduro, a un viejo —me es tan difícil escribir eso de mí— sentado ahí, en la vereda de la Perlita, la que hizo nacer a medio pueblo, la partera más querida de las tres que había. Otra era la partera Pilar, madre de la Pety, una amiga, la otra no recuerdo, tal vez era dos nomás.

13 nov 2017

08 / The way we were

Alberto Breccia, «La gallina degollada»
(de Horacio Quiroga)
En el suplemento cultural o en las páginas de cultura de un diario español que todos leemos (al menos esas páginas), aparece hoy la entrevista a una joven escritora latinoamericana. Es meritoria por ser joven, por ser escritora, por ser latinoamericana y porque hay algo siempre deseado en ese retorno a la madre patria que nos hace suponer una especie de consagración automática que, de alguna manera, nos redime y nos venga. Nació en un lugar de Latinoamérica que los que nacimos en el Río de la Plata, fatalmente condenados a un resentimiento atávico, consideraríamos profundamente latinoamericano, distinto del resto de los lugares latinoamericanos por los que nos movemos y de los que nos cuesta creer que estén en realidad ahí, en el mismo culo del mundo en el que estamos nosotros (que nos creemos españoles, franceses, norteamericanos y cualquier otra cosa que no destile olor a indio, mucho calor o mucho frío o piñones en una cazuela sobre el fuego). El título de la entrevista, con una estructura similar a la del típico cuestionario Proust, es algo así como: «Una vez soñé con una nave espacial. Evidentemente, eran marcianos». 

18 jul 2017

Roberto Bolaño [Los sinsabores del verdadero policía]

Solamente una cita:

Roberto Bolaño, Los sinsabores del verdadero policía,
Barcelona, Anagrama, 2011; 328 pp


25. 

¿Y qué fue lo que aprendieron los alumnos de Amalfitano? Aprendieron a recitar en voz alta. Memorizaron los dos o tres poemas que más amaban para recordarlos y recitarlos en los momentos oportunos: funerales, bodas, soledades. Comprendieron que un libro era un laberinto y un desierto. Que lo más importante del mundo era leer y viajar, tal vez la misma cosa, sin detenerse nunca. Que al cabo de las lecturas los escritores salían del alma de las piedras, que era donde vivían después de muertos, y se instalaban en el alma de los lectores como en una prisión mullida, pero que después esa prisión se ensanchaba o explotaba. Que todo sistema de escritura es una traición. Que la poesía verdadera vive entre el abismo y la desdicha y que cerca de su casa pasa el camino real de los actos gratuitos, de la elegancia de los ojos y de la suerte de Marcabrú. Que la principal enseñanza de la literatura era la valentía, una valentía rara, como un pozo de piedra en medio de un paisaje lacustre, una valentía semejante a un torbellino y a un espejo. Que no era más cómodo leer que escribir. Que leyendo se aprendía a dudar y a recordar. Que la memoria era el amor. [p. 146]

Y un documental:


Documental



23 mar 2017

Eduardo Muslip [Phoenix]

 Eduardo Muslip, Phoenix, Buenos Aires,
Malón Editorial, 2009; 190 pp.
Este libro me lo envió por correo Fabián O. Iriarte en algún momento de 2013 (dedicado y con entusiasmo, por supuesto). En ese momento, lo leí enseguida y luego lo olvidé, señal de que la lectura había sido un poco desatenta o quizás apurada. Por motivos que sería largo explicar, ahora volví a leerlo y volvió a gustarme («Paraguay» más que antes). Mientras lo hacía, fiel al procedimiento, marqué zonas que esta vez sirvieron para evocar a algunas personas específicas que, espero, sabrán reconocerse en esta escueta selección. 

[Las citas no son estrictamente todas las que me interesan sino que, amañadas en orden y elección, quieren contribuir a esa evocación en la que, para ser justo, también intento reflejarme].

Yo mantengo un estado de tensión con aquello de lo que no me ocupo; me parece que ciertas cosas del mundo siguen existiendo porque en algún nivel yo sigo atento a ellas, lo que es una cansadora gansada pero bueno, no puedo evitar pensarlo. [p. 22]

[Se refiere a personas que viven en Roma y que conversan en inglés]. Esas frases simples crearán el efecto de que la vida en general y las vidas de las personas que las profieren también son simples. [p. 94]

Hay personas cuya visión periférica les aporta estímulos mayores que aquello en lo que hacen foco, pero cuando pasan a hacer foco en aquello que las atraía desde la periferia, en seguida pierden interés, distraídas por nuevos estímulos, y así siempre. [p. 73]

La sensación de irrealidad se disolvió; hablar de los padres es siempre hablar de la realidad. [p. 97]

...sospecho que la familia es el principal origen de fuerzas que pueden desbaratarlo todo. [p. 113]

Mis proyectos también se hacen más y más detallados, su ejecución me lleva al reconocimiento, el éxito, la gloria; brillan tanto que pierden toda materialidad y se transforman en mera luz, y se desvanecen como tales. [...] Me entristece releer mis diarios: puro futuro, puro tengo que hacer, voy a hacer, debería hacer, haré. [p. 35]