incluso cuando no tenía ganas, por consideración a sí mismo.
Thomas Mann, La montaña mágica
De entre todos los fenómenos que se asocian con la lectura, el más raro, aunque persistente, es el olvido. Disfrazado de muchas maneras, el olvido es el fantasma que persigue a cualquier lector entrenado y, como en los mundiales de fútbol, la bestia negra que lo acosa a la espera de una distracción, un pase que se desvía o un giro hacia el lado incorrecto para meter el gol del triunfo que condena al vencido y lo manda de regreso a casa. De ahí que las estrategias para volver indeleble la lectura, sobre todo cuando es placentera, rozan siempre la neurosis (fichas, anotaciones al margen, reglas mnemotécnicas, ayudamemoria y, más que nada, la madre de todas las estrategias: la tautología, es decir, la relectura).