4 ago 2020

2 de agosto de 2020

Negrina
In memoriam
(algún día de abril o mayo de 2007 • 2 de agosto de 2020)

Tardé unos trece años, o quizás algo más, en darme cuenta de que las veces que interrumpía el aire con astucia o desgano para decir algo estaba interviniendo en cosas que habían ocurrido en el pasado. Cuando, tras un insulto, dejaba de auscultar el porvenir, y yo creía, iluso, que había encontrado la respuesta exacta para la conversación del momento, la perra galáctica detenía el acontecer para demostrar, con ese gesto simple, que hay siempre, en todo eso, un modo arbitrario que podría ser diferente, o incluso no ser. Más que auscultar el porvenir, que siempre está fijo en algún lugar de la idealización o la construcción hipotética, creo que, en realidad, la perra galáctica rememoraba. Y cuando decía, un día cualquiera, desde la placidez del piso sin barrer, cosas como «no podés ser tan boludo, deberías leerlo otra vez», no hablaba del libro que tenía en la mano sino, a lo mejor, del que había leído la semana pasada o, también, de otro diferente, de aventuras, perdido y casi olvidado en algún lugar de la infancia. El desplazamiento constante y la noción errada de que auscultaba el porvenir hicieron el resto. Fuimos jóvenes y fuimos viejos al mismo tiempo. Me quedo, ahora, con el aire enrarecido de su silencio junto a mí y, sobre todo, con la idea de que no existió un modo de estar más discreto que el suyo. Las fotos que le saqué el último tiempo armaron ese futuro inexistente y se cargaron de obviedad. Son para lo que fueron hechas: para recordarla como era. 



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