20 abr 2019

Juan José Becerra [El artista más grande del mundo]

Juan José Becerra, El artista más grande del mundo, Buenos Aires, Seix Barral, 2017; 296 pp. 
El orden de las citas es, por supuesto, arbitrario y no se corresponde, necesariamente, con el sentido de lectura, suponiendo que hubiera alguno. 

[p. 148] Después descubrí que escribir es lo contrario de pensar y que el pensamiento debe desprenderse de la escritura, o de la voz, como gotas que se desprenden de un deshielo, pero nunca precederla. El caballo es la escritura y el carro el pensamiento. Me dan pena los escritores que anotan en su bitácora el futuro de sus personajes, los planos de los capítulos, todos los elementos de una «evolución». Es la novela la que tiene el plan para el escritor, y ese plan es el desastre formal. 

[p. 216] Al menos no en una novela que se escriba hoy, cuando el lector de novelas se ha vuelto cada vez más idiota, cada vez más «niño», cada vez más incapaz de relacionarse con la experiencia de leer que no es otra cosa que la experiencia de esperar, ese tipo de lector aborrecible que ya nunca más logrará distinguir el régimen de la ficción artística de la transmisión de noticias.

[p. 230] ...es necesario rescatarlo para que enfrente al único desafío que debe asumir un escritor: contar lo que desconoce.
    La lengua con la que se cuenta lo ignorado viene sola con la sorpresa que la trae, entra a la literatura y se comoda, y de ella sólo valen las vibraciones internas ya que no el estilo, que es cosa de boludos.

[p. 196] Es una «pérdida». Hace rato que la literatura no tiene un destino, y no tiene un destino porque es el arte menos snob en la historia de la humanidad. La literatura te pide un tiempo que no se puede dar: ya no. Digámoslo así: ya nunca más. [...] Pero la literatura se mete con la vida, es decir que vos das tiempo y tenés literatura, y si no se lo das no la tenés. Es una relación que hay que asumir. Entonces, ¿qué pasa? Pasa que nadie quiere hacer esa inversión. 




[p. 8] Pero no se trataba de elaborar un pensamiento nuevo, cosa que hasta podría hacer una persona con Alzheimer, sino de retomar el pensamiento olvidado. 

[p. 20] Cada habitante de la Tierra escribirá su libro, si es que ya no lo escribió, y la escritura, que exigía algún tipo de talento aunque más no fuese el de la voluntad o la paciencia, no conservará ninguno y, por fin, desaparecerá.

[p. 74] Se equivocan los teóricos: hay más materialidad, y hasta más solidez, en una escritura que no se toca, aunque esté en el aire, que en otra que durante años se modifica en función de una economía de la terminación. Seamos sinceros: lo que está matando a la literatura es el control de calidad.

[p. 19] No comprendo por qué a los problemas de la novela, que surgen mientras se la escribe, hay que dejarlos de lado para reconsiderarlos más tarde en una entrevista o un ensayo, o nunca. Todas las experiencias de la vida se comentan mientras suceden. Pero parece que en la escritura hay que separar los tantos para que sobreviva el pacto teatral que la sostiene, siempre a punto de dejarla caer, como experiencia independiente. 

[p. 112] Lo que quiero decir es que, una vez alcanzado el máximo rendimiento de la imaginación, ese momento en que la imaginación «cierra» una forma general con todos sus detalles, no es necesario vivir lo que se imaginó porque haberlo imaginado ya fue vivirlo. 

[p. 127] ¿Cómo puedo traducir a la máquina algo que no se puede contar porque no sé lo que es? Y ahora que surge este problema, el único problema de la literatura, que es el de saber o no saber decir, el de poder o no poder decir, ¿qué es, en realidad, lo que verdaderamente puede contar la literatura?

[p. 193-194] El afuera es el gran obstáculo del arte. Cuando un artista se arma o mejor dicho se monta de afuera hacia adentro, lo que tenemos es un idólatra de la cultura, un artista «formado», pero ¿formado por qué elementos? Formado por las influencias, por la admiración hacia otros artistas, por el gusto vulgar del ambiente, por la prensa, por los amigos idiotas a los que no se les ocurre otra cosa que elogiarnos como autómatas cuando deberían ser violentos con nuestras obras, llevarnos a la crisis y a la humillación. 


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